El afilado era una tarea difícil de realizar para lograr que la pluma cargara la tinta y la dosificara con fluidez. Con el correr del tiempo fueron manufacturadas y se las ofrecía listas para ser usadas. Las plumas eran desprovistas de la barba en su totalidad y solo se conservaba el cálamo; también se las comercializó en tramos de unos ocho centímetros para colocarlas en un portaplumas.