El origen de los colores al pastel (probablemente inventados en Italia o en Francia) se remonta al siglo XVI, aunque ya eran conocidos por artistas como Leonardo da Vinci.
El pastel, a diferencia del temple, el óleo o la acuarela, no necesita de un medio líquido, por lo que los colores se mantienen exactamente iguales en la obra, como en su contenedor original. Por su fidelidad de tonos y colores fue elegido por los grandes retratistas del siglo XVII, quienes los aplicaban sobre papeles rugosos teñidos con un tono neutro.
Para poder realizar trabajos de buena factura, el artista necesita una gran variedad de barras, las que se producen en distintas escalas de tono, para brindar los valores necesarios para cada caso.
El pastel arribó a la Argentina procedente de Europa. Países como Alemania, Inglaterra y Francia fueron los proveedores hasta que se comenzó a producirlo en el país durante un breve período, hasta que volvió a ser importado.
Algunas de las empresas que manufacturan estos productos son: Winsor & Newton, Reves, Rowney, Conté, Le Franc, Sennelier, Müller & Hennig, Schmincke, Pelikan y Grumbacher.