Siempre me pregunté cómo otros exlibristas llegaban al diseño final de un ex libris. Por esta razón me decidí a describir cómo trabajo, con la esperanza de servir a otros que se encuentran en la búsqueda de su propia técnica.
Bueno, éste es mi método, el cual no tiene nada de sofisticado, por el contrario creo haber elegido un camino simple que me permite concentrar más energía en el comitente que en la manera de ejecutar el trabajo.
En esta tarea, el primer paso es determinar los rasgos sobresalientes de la personalidad del destinatario. En este sentido prefiero que esta información me la facilite alguna persona que lo conozca y no el propio bibliófilo; es poco frecuente que uno sea objetivo con sí mismo.
Lo ideal no es sentarse inmediatamente a dibujar. Prefiero meditar unos días y, de ser posible, en movimiento: caminando o viajando, mientras el carro anda, los melones se acomodan. Después, a trabajar; dibujar sin demasiada precisión, buscando diversidad de formas y motivos, aunque estos bocetos luego se descarten. La importancia de esa tarea es desestimar los lugares en los que sabemos que no vamos a encontrar aquello que buscamos y así, reducir el espacio de búsqueda. Siempre de lo general a lo particular, al igual que cuando realizamos una pintura, los detalles no deben distraernos de la totalidad.
Cuando encontramos posibilidades diversas, debemos compararlas en virtud de cada una y determinar cuál se ajusta mejor al propietario de la biblioteca. Es importante recurrir a la interpretación de otras personas para comprobar si comparten nuestra visión.
Pulir la composición, el dibujo, los colores o cualquier otro recurso plástico es una cuestión netamente profesional y, en este punto, resulta importante aclarar que los tecnicismos no deben afectar la carácter propio del Ex Libris que es el de reflejar la personalidad de su dueño.
Este es mi método; probablemente tenga muchas fallas pero posee algo que es poco probable que no funcione: el insistir dibujando mucho.
En este punto, los que no fuimos elegidos por la musa de la inspiración divina, recurrimos a ese viejo proverbio español que reza: En dios creo pero yo trabajo. |