La historia del ex libris puede ser dividida en tres grandes períodos: clásico, moderno y contemporáneo, a lo largo de los cuales se fueron modificando diferentes aspectos que definen las marcas de biblioteca.
Uno de esos aspectos corresponde a la imagen que, a partir de sus comienzos heráldicos, fue evolucionando hacia maneras alegóricas cargadas de un simbolismo difícil de desentrañar, sobre todo en las producciones de principios del siglo XX.
Otra faceta que resulta imprescindible analizar es la del sujeto y su protagonismo dentro del binomio comitente-autor que contará, hacia fines del siglo XIX, con dos nuevas figuras: la del investigador y la del coleccionista, quienes transformarán el objetivo para el cual fueron concebidos los ex libris, ya no serán únicamente adheridos a los libros sino que se los reunirá en archivos y colecciones, y se los estudiará.
La creación de asociaciones de exlibristas introducirá otro cambio. Estas agrupaciones organizarán concursos y las marcas participantes serán destinadas a mostrarse en exposiciones. Por todas estas razones, a partir de 1900 la mayoría de los ex libris no serán pegados jamás en ningún libro.
La técnica también condicionará el desarrollo de las marcas de biblioteca: desde las primeras xilografías hasta las actuales imágenes resueltas con medios digitales se despliega una amplia variedad de procedimientos empleados en el diseño de los ex libris.
La imagen
Desde sus primeras manifestaciones y hasta finales del siglo XIX (período clásico), la heráldica se constituyó en el tipo de figuración casi exclusiva de los ex libris. Durante mucho tiempo los poseedores de libros fueron la nobleza y la iglesia, por lo cual el blasón fue el elemento idóneo para identificar sus bibliotecas.
A partir del Renacimiento el diseño de ex libris se irá sofisticando. El escudo de armas ya no será el protagonista exclusivo; el blasón estará rodeado de figuras y tendrá un papel casi secundario en la composición. A pesar de todo, la heráldica mantendrá su hegemonía hasta bien entrado el siglo XIX, y aunque no tendrá el protagonismo que ostentara antes de la abolición de los títulos nobiliarios, la costumbre de incluir blasones en las marcas de biblioteca llegará hasta nuestros días en una pequeña proporción.
Hacia finales del siglo XVIII el sistema de representación entra en una fase de decadencia y se incorpora al repertorio heráldico una nueva forma de diseñar ex libris. Debido probablemente a la proliferación de los libros y, en consecuencia, de las bibliotecas, y sumado al ascenso de la burguesía, algunos diseñadores y sus comitentes solo buscarán en los ex libris su mera función y los resolverán tipográficamente. A la ornamentación propia del medio se le asignará un lugar secundario o, en algunas ocasiones, se prescindirá totalmente de ella. Al parecer, tanto los bibliófilos como los artistas dejaron de interesarse por la simbología y la belleza de estas pequeñas estampas.
En el período moderno, alrededor de 1880, comienza el auge de los ex libris alegóricos, que desplazarán paulatinamente a los heráldicos que serán casi olvidados, especialmente por su relación con el pasado en una etapa en la que impera la oposición a lo clásico.
Los movimientos anti-academicistas pronto se impondrán en toda Europa. Con su línea serpenteante y la figura femenina como uno de los elementos centrales del diseño, el Modernismo consagrará una estética completamente nueva. Los motivos vegetales serán un complemento ineludible y rodearán el motivo principal en casi todas las composiciones, salvo en muy pocos casos, en los que puede apreciarse una síntesis en la ornamentación.
Pasada la primera mitad del siglo XX, la imagen ya no estará sujeta a casi ningún límite y lo alegórico convivirá con las nuevas formas del arte abstracto.
El sujeto
Durante el período clásico el propietario de la biblioteca será la figura central y los artistas producirán los ex libris de forma anónima. Por esta razón resulta muy difícil identificar fehacientemente a los diseñadores de estas marcas primitivas, hecho que se irá revirtiendo paulatinamente a lo largo de los tres primeros siglos de existencia de los ex libris.
En el período moderno, la figura del coleccionista modificará el mundo de las marcas de biblioteca, junto a los estudiosos y los tratadistas que colocarán al autor en una posición destacada al editar revistas, boletines y catálogos relacionados con las marcas de biblioteca y organizar exposiciones de ex libris.
Los artistas de esta época serán los encargados de realizar las ilustraciones tanto para los libros como para las publicaciones e impondrán su estética a las revistas de mayor circulación entre los medios cultos. La multiplicación de las editoriales, sustentada por la Revolución Industrial también requerirá de estos ilustradores para la realización de sus ediciones.
Pasadas las dos grandes guerras, en las que intervinieron prácticamente todos los países europeos, el ex libris se verá afectado por una interrupción en su producción de la que jamás se repondrá. Luego de un período al que podemos considerar de olvido, las diferentes asociaciones de coleccionistas y de exlibristas darán un nuevo impulso a estas particulares obras de arte, convocando a concursos locales e internacionales.
La influencia de los movimientos vanguardistas del siglo XX proveerá a muchos diseñadores de ex libris de diversos medios de expresión que les permitirán priorizar la idea sobre la técnica. Solo parecen haberse mantenido al margen de esta evolución los países del Este europeo que quedaron bajo la influencia soviética. Sus artistas, con una evidente enseñanza académica, evidencian en sus ex libris una manufactura clásica, en la que se destaca el oficio sobre el concepto.
Una definición acertada para este período es la que realiza Junod Benoir, quien lo denomina "Torre de Babel". Tal vez, la inclusión de gran cantidad de aficionados o diletantes impide justipreciar de manera imparcial la producción de nuestros contemporáneos. En esta tarea, el tiempo se encargará de separar la paja del trigo. Lo seguro es que el ex libris, parafraseando al italiano Egisto Bragaglia, "irá mutando", de acuerdo con las necesidades del hombre, sin excluir a la vanidad, uno de los factores que siempre parece ser el principio y el fin de toda manifestación artística.
|
|
La técnica
Para resolver las cuestiones inherentes a la multiplicación de los ex libris, los artistas se valieron de la xilografía, que luego dará paso a la impresión con matrices metálicas (grabado a buril y aguafuerte).
Como señalábamos al referirnos a la imagen, durante el siglo XVIII y buena parte del XIX algunos bibliófilos optaron por marcas impresas tipográficamente, cuyo valor artístico resulta, en general, escaso.
En 1796, Johann Alois Senefelder inventó la litografía. Esta técnica pasará a ocupar un papel muy importante al ofrecer la posibilidad de producir estampas policromadas.
Hacia finales de este largo período, el fotograbado será perfeccionado y se convertirá en el mayor medio de reproducción, y permitirá obtener con un bajo costo un alto número de ejemplares. Este medio mecánico de reproducción permitirá a muchos artistas ocuparse únicamente del dibujo pero, como contrapartida, los alejará del trabajo terminado. A pesar de las ventajas económicas que ofrece este procedimiento, el trabajo artesanal será más valorado por muchos de los coleccionistas.
Por otra parte, los artistas de distintos puntos de Europa, hacia fines del siglo XIX, comenzaron a rescatar las técnicas clásicas de impresión, en una clara oposición a la industrialización victoriana que ya era el modo de producción dominante. Ejemplo de esta recuperación es la tarea del catalán Alexandre de Riquer que, luego de su visita a Londres, introdujo en Barcelona no solo las costumbres del uso, el estudio y el coleccionismo de las marcas de biblioteca, sino que además fue el propagador de la técnica del aguafuerte y, junto a José Triadó Mayol y a Joaquín Renart, sentó las bases del ex libris moderno en toda la Península.
En Italia un grupo de xilógrafos, encabezados por Adolfo de Carolis, produjo una extensa obra gráfica que fue publicada en revistas como L' Eroica, en libros clásicos italianos y en muchísimas marcas de biblioteca, y que le dio nueva vida a una técnica casi olvidada.
También la litografía se tornará un medio ideal de experimentación par muchos artistas alemanes como Adolf Hildebrandt y Georg Barlösius.
De esta forma, valiéndose del aguafuerte, la xilografía y la litografía, muchos exlibristas retomarán el control sobre todo el proceso en la elaboración de sus obras.
Durante el período moderno uno de los factores decisivos para que el ex libris alcanzara un uso casi popular fue la considerable reducción de los costos de producción debida al desarrollo del fotograbado. A pesar de esto, la vuelta a las técnicas del pasado ha contribuido a devolverle calidad artística a las estampas, hecho que se puede comprobar con solo revisar el repertorio de artistas como el alemán Otto Hupp, el del británico Sir Frank Brangwyn o el del norteamericano Edwin Davis French, todos poseedores de un profundo conocimiento de la técnica y de la simbología.
En nuestros días, la técnica se convierte a menudo en un elemento de exploración, sobre todo en los artistas de las vanguardias, pero en ocasiones resulta un factor de exhibicionismo injustificado para artistas que ven en el proceso solo una forma "innovadora" de ejecución al recurrir a técnicas mixtas que no siempre arriban a conclusiones acertadas.
La utilización de procedimientos como el taco perdido, grabado sobre superficies no convencionales, en particular plásticos, acrílicos y caucho, la monocopia, el colagraf , el collage y las combinaciones de estos procesos, permiten lograr imágenes innovadoras.
La incorporación de los medios digitales en la producción gráfica, será otra de las técnicas que adoptarán muchos diseñadores para la creación y reproducción de ex libris. Seguramente estas nuevas técnicas aportarán vitalidad a la evolución de las marcas de biblioteca.
|