Alejandro Sirio
Ex libris para Enrique Larreta
Linografía, 80 x 70 mm - Buenos Aires
 
  María Magdalena Otamendi de Olaciregui
Ex libris para la Asociación Argentina de Exlibristas
Cliché 80 x 60 mm - Buenos Aires
 
  Alejandro Sirio
Ex libris para Jorge Bunge
Cliché, 130 x 100 mm - Buenos Aires
 
  Alfonso Bosco
Ex libris para su biblioteca
Aguafuerte, 145 x 115 mm - Buenos Aires
 
  Adolfo Bellocq
Ex libris para Fernando Lavenás
Xilografía, 115 x 85 mm - Buenos Aires
 
  Autor no identificado
Ex libris para Adolfo A. Pozzo
Cliché 110 x 70 mm - Buenos Aires
 
  Stern Graveur
Ex libris para Carlos M. Mayer
Aguafuerte, 65 x 50 mm - París
 
  Autor no identificado
Ex libris para J. R. García Donnell
Cliché, 140 x 750 mm - Austria
 


Historia del ex libris argentino

La utilización de ex libris en la República Argentina tiene su antecedente más lejano en torno al año 1690, representado por una marca utilizada por los jesuitas de la Biblioteca de la Universidad Mayor de Córdoba. Esta marca, además de ser pionera en nuestro suelo, es el ex libris más antiguo conocido en Sudamérica, según afirma Benoit Junod.
La práctica de identificar a los propietarios de los libros también fue conocida en la etapa revolucionaria. Un claro ejemplo es el austero ex libris del General Don José de San Martín. De este ex libris, proveniente de España, se conocen dos versiones que solo difieren en las guardas, similares a las empleadas por los jesuitas, ya que están resueltas tipográficamente y coinciden con la época en que las marcas de propiedad atravesaban un período de franca decadencia en la cual tanto los comitentes como los artistas parecieron preocuparse más por la función práctica que por la estética.
La clasificación más común para las marcas de biblioteca establece que la era Moderna comienza hacia la última década del siglo XIX y coincide con la llegada al país de los grandes grupos migratorios. Es ese el momento en el cual, entre los intelectuales poseedores de importantes bibliotecas comienza a generalizarse el uso de marcas de propiedad, las que eran encomendadas a artistas europeos o a las casas grabadoras de París, uno de los destinos más frecuentados por las clases acomodadas. Dentro de este grupo de bibliófilos podemos citar a Estanislao Zeballos (1854-1923), jurisconsulto, político, historiador y decano de la Facultad de Derecho y al coleccionista de armas J. R. García Donnell. Sus ex libris están resueltos con motivos alegóricos, que comenzaban a reemplazar a los hegemónicos motivos heráldicos que habían reinado por más de cuatro siglos.
El ex libris del farmacéutico, químico, profesor y médico Pedro Narciso Arata (1849-1922) constituye un hito dentro del ex libris nacional. De acuerdo con la opinión de gran parte de los investigadores, se trata de la primera marca impresa en la Argentina cuya realización se debe a la Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco, en torno al año 1890. Es un grabado a buril sobre acero, de 48 x 37 mm. A través de la profunda investigación realizada por el ingeniero Diego Medan, podemos afirmar que fue diseñado por el italiano Alfonso Bosco y transferido a la plancha metálica por Jakob Gottfried Wilhelm Nüesch.
Esta costumbre de utilizar ex libris se vio potenciada por un grupo de catalanes encabezados por Antonio Pellicer, quien desde las páginas de la revista Éxito Gráfico destacó la importancia de poseer una marca de pertenencia.
Los artistas que realizaron trabajos para los bibliófilos locales no siempre fueron nacidos en nuestro suelo, lo que imposibilita tender una línea clara en el relato de la evolución de las marcas de biblioteca en la República Argentina. De acuerdo con estos antecedentes, se pueden establecer los siguientes criterios para analizar las colecciones de ex libris en la Argentina:

  1. Pertenecientes a propietarios argentinos o residentes en nuestro país.
  2. Pertenecientes a instituciones argentinas o extranjeras establecidas en nuestro territorio.
  3. Realizados por artistas argentinos.
  4. Marcas halladas en Argentina adheridas a libros pertenecientes a bibliotecas o a libros sueltos.

Este último criterio es el que resulta menos confiable ya que, en el caso de los ejemplares sueltos, no garantizan su pertenencia a bibliotecas que se encontraban en el país.
Como vemos hasta aquí, muchos bibliófilos de finales del siglo XIX y principios del XX encomendaron sus ex libris a casas de grabado francesas; otros, realizaron sus encargos a talleres de artistas alemanes, italianos o españoles -de estos últimos, se conocen muchos ejemplos-. Algunos de los artistas y casas de grabado identificados en dichas colecciones son:

Italia: Alfonso Bosco (1858-1921), para su propia biblioteca, c. 1910.
Adolfo de Carolis (1874-1928), para Adolfo A. Pozzo, c. 1920.
Francia: Georges Rochegrosse (1859-1938), para Martín Aldao.
España: Emilio Bertrand (1880-?), para el Congreso de la Nación Argentina.
José Triadó Mayol (1870-1929), para el Centro Catalá de Bons Aires.
Alemania: George Otto (1868-1939), para Richard Wilhelm Staudt, 1924.
Frank Sepp (1899-1970), para el Dr. Karl Leopold Mayer.
Las casas francesas de grabado ofrecían impresos de lujo, imprimían los blasones para la nobleza europea y para las familias aristocráticas de todo el mundo. Las más importantes tenían su asiento en París.
Agry Graveur. Es la casa de grabado más antigua de París, fundada en 1825. Agry realizó la marca de Fermín Carlos de Yéregui.
Maison Devambe. Casa editora de arte, fundada en 1826. Fue la que grabó el ex libris para Ricardo Lafuente Machain en 1923.
Maison Stern Graveur. Fundada en 1849, realizó los ex libris de Carlos M. Mayer y de Miguel Ángel Cárcano.

En torno al Centenario de la República Argentina, arribaron al país dibujantes españoles que tendrán luego un rol protagónico en la ilustración de libros, revistas y diarios. Entre ellos se destacaron artistas de la talla de Emilio Bertrand, quien a pesar de su juventud ya ocupaba un lugar importante en el campo del diseño de ex libris en su país de origen, y Alejandro Sirio (1890-1953), que llegó a Buenos Aires en 1911 para trabajar como ilustrador en las revistas Caras y Caretas, El Hogar, Plus Ultra y en el diario La Nación.
Sirio, artista versátil también nacido en España, desarrolló la totalidad de su fecundo trabajo en Buenos Aires. Tomó contacto con la obra del británico Aubrey Beardsley (1872-1898) a través de publicaciones como la revista inglesa The Sudio, que difundía todo lo nuevo concerniente a las artes decorativas y a las vanguardias modernistas. Artista al tanto de las corrientes internacionales, publicó un nota en 1943 en la que mencionaba la obra de los grandes maestros que actuaron en Inglaterra, como William Morris (1834-1896), y en Francia, tales como Eugène Grasset (1845-1917), Georges Auriol (1863-1938) y Bernard Naudin (1876-1946).
También desarrolló su arte en Buenos Aires por un corto período, el catalán Joan Vila i Pujol (1890-1947), conocido por el seudónimo de D'Ivori. Emigró a la Argentina en el año 1911 y, si bien se encontró adherida en un libro la marca que realizara para su compatriota el Dr. Francisco Condeminas Mascaró (1890-1959), puede corresponder a un trabajo realizado en España, dada su corta estadía en nuestro país. Su participación en la revista Caras y Caretas hace suponer que su trabajo, de alguna manera, influyó en el medio gráfico local. Podemos encontrar características comunes en las imágenes de D'Ivori y en las de Sirio: la línea continua y sin modulación y los grandes planos en forma de telones utilizados para reforzar la lectura de la escena ilustrada. Todos estos recursos fueron introducidos en la ilustración por el revolucionario Aubrey Beardsley.Lapresencia de rasgos estilísticos comunes puede deberse al hecho de que estos artistas compartieron lugares de trabajo y, seguramente, intercambiaron conocimientos, tanto estéticos como los inherentes al oficio. D'Ivori, además, fue alumno de Triadó, quien transmitió a su discípulo sus profundos conocimientos de la historia del arte y del dibujo de los cuales D'Ivori se nutriría hasta dar con su estilo personal. La posición de Triadó como director artístico de la Revista Ibérica de Ex Libris le permitió, a él y a su círculo, tomar contacto con los ilustradores más importantes de Europa.
En una línea diferente se manifestó la figuración de Luis Fernando Macaya (1888-1953), que produjo marcas para bibliófilos. Su estética es más cercana a la del británico William Nicholson (1872-1949), quien con pocos trazos en forma de mancha, podía sugerir movimiento y profundidad de campo. Luis Macaya también ingresó al país en 1911. Este español ocupó un papel protagónico en la ilustración de múltiples publicaciones locales. La terminación un tanto rústica o inacabada de sus dibujos tiene algo en común con la obra de otro artista británico, Joseph Simpson (1879-1939), poseedor de un excelente manejo de las tensiones dentro de la estampa. Otro factor común a ambos artistas es la utilización de un campo cercado por un marco de trazo grueso para sus dibujos, similar a los recuadros que dejan los xilógrafos para que le rodillo tenga una guía de desplazamiento al momento de entintar el taco.
En los años siguientes, el ex libris nacional sería liderado por los artistas nacidos en nuestro suelo, o los que adoptarán a la Argentina como su país. Entre ellos, realizaron marcas para bibliotecas:

Martín Malharro (1864-1911)
Antonio Alice (1886-1943)
Valentín Thibon de Libian (1889-1911)
Juan Carlos Huergo (1889-1962)
Alfredo Guido (1892-1967)
Gustavo Cochet (1894-1979)
Adolfo Belloq (1899-1972)
Pompeyo Audivert (1900-1977)
Norah Borges (1901-1998)
Víctor Delhez (1902-1985)
Ma. Magdalena Otamendi de Olaciregui (1920-1977)
Margarita Roux (1880-?)
Gregorio López Naguil (1894-1953)

En la última década del siglo XX podemos reconocer en la Argentina un nuevo período que sería justo denominar "La era de los concursos", en el cual la función utilitaria del ex libris pasará a un plano secundario para darle mayor importancia a la idea estética.
A pesar de que el interés de los poseedores de libros por tener una marca personal para sus bibliotecas ha decrecido en nuestro país, y en momentos en los que la tecnología parece querer arrebatar la hegemonía que desde la invención de la imprenta han tenido los libros, existe hoy un resurgimiento del estudio de los ex libris, paradójicamente estimulado por los medios tecnológicos que permiten la difusión de este aspecto de la historia del arte que parecía olvidado.
En la actualidad, los grabadores argentinos son asiduos participantes de concursos internacionales, en los cuales han obtenido numerosas distinciones. Un rasgo característico es la presencia de la mujer como diseñadora de ex libris. Se destacan, entre muchos otros creadores:

Nidia Brandolín (1925)
Claudio Lara (1955)
Graciela M. Lidigiani (1968)
Enrique Pérsico (1929)
Marcela Miranda (1956)
Alejandra Genolet (1970)
Adrián Giacchetti (1945-2007)
Marcelo Aguilar (1958)
Alejandro Iglesias (1971)
Alicia Grebol (1946)
Graciela Ciampini (1958)
Muriel Fraga (1972)
Celia Schulman (1939)
Liliana Esteban (1959)
Estaban Grimi (1972)
Irene Bogo (1942)
Juan Alberto Arjona (1959)
Julieta Warman (1975)
Mauricio Schwarzman (1947)
Pablo Delfín (1959)
Verónica Meloni (1974)
Hilda Paz (1950)
Rubén R. Sassano (1960)
Andrés Torregiani (1976)
Dora Bianchi (1950)
Blanca Saccomano (1960)
Marcela Purita (1976)
Osvaldo Jalil (1950)
Elena Davicino (1961)
Eva Farji (1978)
Silvana Blasbalg (1950)
Gladys Muñoz (1963)
Marcela N. Pankok (1978)
René Oreste Mundo (1951)
Andrea Riccardi (1964)
Perla Margulis (1952)
Sandra Laporta (1963)

Como ha sucedido desde nuestros orígenes, la intermitente afluencia de inmigrantes confirió a los ex libris argentinos una constante e inevitable transformación. Si tratáramos de encasillarlos en un estilo nos encontraríamos con un eclecticismo que también podemos observar en el resto de las artes. Probablemente, esta sea su principal característica.

 

 

En la actualidad, los coleccionistas y bibliófilos de todo el mundo requieren estampas en las que se muestre una mayor audacia en el colorido vibrante y en la incursión de nuevas técnicas. Tal vez nuestro país, por tener una historia breve, no arrastre el peso del pasado que poseen los países europeos y sus artistas puedan, por ello, permitirse una visión más original.

Este artículo fue publicado en el Catálogo de la Exposición EX LIBRIS La heráldica de los libros, Colección de ex libris de la Biblioteca Nacional, realizada en la Sala Leopoldo Marechal, entre el 24 de abril y el 28 de mayo de 2015.

 

 
 
 
   

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