Dentro de las variantes de diseño más difundidas entre los ex libris heráldicos del siglo XIX se encuentra un grupo al que podemos identificar como sellos. Son representaciones basadas en los emblemas en relieve utilizados cientos de años antes de la invención de la imprenta y que sirvieron de consulta y modelo para muchos artistas. Probablemente, por su buena adaptación a la ilustración heráldica, modificando algunos detalles y cambiando las inscripciones, permiten dar una idea arcaica, muy adecuada para cualquier familia noble que quiera aparentar un abolengo pretérito. Este tipo de ex libris será muy aceptado por los bibliófilos a comienzos del siglo XX.
Muchos artistas especializados en temas heráldicos realizaron estupendos trabajos a partir de esos diseños, como los del británico Charles William Sherborn.
En este tipo de marcas, los blasones representados imitan relieves, como los que aparecían en monedas, lacres, medallas o en tallas realizadas en piedra. En su mayoría eran circulares y en ocasiones estaban sunchados por un cinto. Este cinto termina, generalmente, en una vuelta que exhibe una ornamentación como remate.
En algunos casos el cinturón funciona como perímetro de la cimera, en otras se encuentra debajo de la corona que denota el rango del propietario de la biblioteca. Pueden estar flanqueados por tenantes o encerrarlos junto al escudo.
No faltaron otras formas como la ojival, que permitía una mejor distribución de los textos. En general, se buscó ubicar al motivo principal en forma diagonal, para otorgarle más dinamismo a la composición.
En algunos de ellos, ciertas partes del dibujo rompen el perímetro para empalmar el interior con el exterior del diseño.
La utilización de este tipo de ex libris se extiende desde finales del siglo XVI hasta bien entrado el siglo XX.

 

 

 


 
 
 
   

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